Projects, Research, Design & Development in pursuit of Innovation, by Gustavo Adrián Salvini.
By Gustavo Salvini Posted in Español, My Writings on November 1, 2017
Vivimos bombardeados por la (des)información y el ruido, y entre tanto barullo, aplicar el pensamiento crítico o mantener hilos de razonamiento o de reflexión prolongados y profundos se está haciendo cada vez menos frecuente.
La consecuencia es directa: Al principio mucho ruido aturde y a la larga ensordece. Y no hablo del ruido exclusivamente en sentido físico, sino más bien del “ruido silencioso”, ese que con cero decibeles puede adentrarse en nuestras vidas de varias maneras.
Es 2017. Hace unos años nos acostumbramos a la falta de silencio, especialmente a la falta de silencio interior. El silencio no parece estar siendo muy valorado en estos tiempos.
Y cuando sucede la milagrosa aparición de un silencio espontáneo, lo arruinamos todo. De alguna forma al silencio lo rellenamos: Le damos el día libre a nuestro derecho de admisión y regalamos muchas entradas gratis y consumición libre de nuestro tiempo y energía creativa, a cualquier tipo de notificación, publicidad, noticia, red social, llamado, bocinazo o chimento del espectáculo que nos pase cerca.
Somos bastante adictos a las interrupciones, y nos agarra una llamativa ansiedad cuando nada nos interrumpe por más de diez minutos (o tal vez menos).
¿Cómo alguien podría estudiar un tópico complejo en profundidad, o demostrar, por ejemplo, un teorema de Análisis Matemático o de Álgebra?
Con esta vida interrupida y fragmentada en porciones de tiempo cada vez más breves y aleatorias, me temo que prolifera mucho más el reciclado de ideas que la creación de conceptos originales o disruptivos. Creo que estamos en la era del Copiar y Pegar de los conceptos.
Si bien existen personas que aun se pueden concentrar por períodos prologados (y que se distinguen fácilmente del resto, por ser grandes filósofos, creadores, diseñadores, escritores, músicos, y tecnólogos):
¿No nos estaremos desaprovechando como humanidad al darnos el lujo de no cuidar nuestros períodos de pensamiento profundo y continuado?
¿A qué grandes conclusiones, o a qué grandes soluciones para el futuro podríamos llegar si no trabajamos “a fondo” en las cosas? ¿A qué nueva Edad de Oro de las artes y las ciencias podríamos aspirar si nos mantenemos en vilo por las interrupciones o de la última noticia presentada como “Urgente”? (vamos… ya estamos grandes y sabemos que “Urgente” es tan solo un cliché para captar nuestra atención).
Posiblemente sea un poco extremo en mi postura, pero ¿por qué no podemos aspirar a un continuo de “Renacimientos” o de “edades de oro de las disciplinas humanas”? Y no me refiero solo a las artes y ciencias, sino también a la profundidad de las relaciones humanas, a la profundidad de los vínculos, y a la calidad con que la que no hace tanto una persona nos podía contar una historia o una anécdota de cuando era chico sin apuro.
Atentos, que al perderse esa capacidad de contar historias y mantener la tradición oral, se va una parte muy valiosa nuestro acervo cultural.
Al parecer, actualmente “hay tanto de todo” que nos da lo mismo. Vivimos en una era de abundancia de contenidos. Pero abundancia no es sinónimo de profundidad.
Deberíamos cuidar más y alimentar mejor nuestra capacidad de sorpresa, y para eso debemos mantener vivo lo que nos vino dado desde que nacimos y lo que nos permite desarrollarnos: La curiosidad activa.
Les aseguro que con un poco de silencio mental aparecen los espacios para la curiosidad, y con la curiosidad aparece la capacidad de sorpresa.
El razonamiento que presento es muy simple y hasta para algunos puede parecer trivial, pero entre tanto ruido, igual prefiero mencionarlo.
En medio del bombardeo cotidiano que nos mantiene “infoxicados”, perdemos el foco y no logramos divisar con claridad los caminos a seguir y sus bifurcaciones.
“I have no special talents. I am only passionately curious.”
— Albert Einstein